lunes, 10 de marzo de 2008

¿Y si la cortamos?






Al principio, en mi época de estudiante de psicología pensaba que esto de analizar incansablemente a la gente con comentarios que creíamos tan afilados como doctos era un mal que nos aquejaba sólo a nosotros. "Es un obsesivo", "goza en su masoquismo", "ellos tienen una relación especular" o “lo tuyo es estructural", eran comentarios recurrentes.
Claro que, luego de que la familia y los conocidos soportaran esto durante años, finalmente nos recibimos. Y, terapia de por medio, nos dimos cuenta de que el verdadero análisis se hace en el consultorio. Uno ya no tiene ganas de regalar su trabajo o sus ideas porque sí.
De todas formas, percibo en mi entorno que no hace falta ser psicólogo, psicopedagogo o egresado de alguna carrera relacionada para lanzar estas esquirlas de psicoanálisis silvestre. Cualquiera se le anima -desde el taxista, hasta el abogado, pasando por la ama de casa- con total impunidad y descaro.
El problema es que más allá de todo -más allá de regalar nuestro trabajo, nuestra sapiencia, más allá de que no haya ningún biógrafo para rescatar nuestras frases tan sabias y profundas- no sabemos u olvidamos que un análisis sin ser pedido o fuera de lugar es una agresión. Sí, señores y señoras: es una agresión que analicemos a alguien sin su permiso ni su consentimiento, de prepo, y soltemos una frase así como así. Así que, ¿y si la cortamos?